Otros elegirán tirar fuego por la boca hacia la Selección, crucificarles, pedirles que no vuelvan o repetir una y otra vez “ya lo decía yo…”. Curiosamente muchos de ellos estaban hace dos, cuatro o
seis años vestidos de rojo y bañándose en una fuente de cualquier ciudad de España o, serán de los que llevan dos Eurocopas y un Mundial agazapados, tapados sin decir nada. En cambio, a mí sólo me sale decir GRACIAS.
Gracias porque por aquél verano del 2008 grité como nunca cuando Cesc logró anotar ese penalti y pasar de esos malditos cuartos. Gracias a ‘esos locos bajitos’ por sacarme una sonrisa al ver como el entrenador rival, Guus Hiddink (Rusia) le pedía al nuestro, el gran Luis Aragonés, que con cuatro eran bastantes en una semifinal.
Gracias por demostrar que un grupo de españoles eran capaces de quitarle una Eurocopa a esos ordenados y correctos alemanes, por aquella época con tres títulos era la selección más grande en el viejo continente. Gracias por hacerme campeón de Europa sin ningún tipo de dudas y olvidarme del blanco y negro o de ese ‘chismorreo’ que circulaba de que en el 64 ante la URSS en el Santiago Bernabéu era algo como lo de Brasil ante Croacia.
Gracias porque en el primer Mundial celebrado en tierras africanas, bajo el sonido de las bubucelas y con Del Bosque en el banquillo, la ‘Furia’, garra y bloque creado por el ‘Sabio’ de Hortaleza, dio un paso más y con el ‘tiqui-taca’ famoso fue eliminando a rivales, entre ellos la Portugal de Ronaldo o la Alemania de Klose para plantarse en la primera final de su historia.
Mil gracias porque, ante la versión ‘barrio bajera’ de la ‘Naranja Mecánica’ entre tanto físico y juego en largo, ese grupo de españolitos decidió tratar muy bien al balón, acariciarlo, poseerlo, compartirlo entre ellos mismos y, tras una dura batalla, uno de esos jugadores que se irán del fútbol sin un Balón de Oro por culpa de ese mundo llamado ‘merchandising futbolístico’, Andrés Iniesta, golpeó con la fuerza de todo un país para que ese esférico que cuidaron con esmero, nos devolviera el favor encumbrándonos en lo más alto del mundo futbolístico.
Y muchísimas gracias porque hace dos años, otra vez, contra pronósticos nuevamente y ante una de las grandes, Italia, la Roja volviera a levantar el título y decirle a todos que querían una hoja especial en la historia del balompié.
Gracias de verdad porque, en un país dividido por un grupo de personajes políticos que viven del conflicto y de la crispación, durante seis años ha surgido una sensación de que todos unidos éramos mejor que cada uno por su cuenta. Gracias por tener cosida una estrella en esa camiseta Roja que unió al norte con el sur, el este con el oeste y también por ponernos a la cabeza de las Selecciones europeas con tres títulos. Gracias porque por vuestra culpa me abracé a mi padre y celebramos juntos que fuimos campeones del Mundo
Pero este es sólo fútbol. Sí, toca sentarse y ver en qué se ha fallado, hablarlo entre todos y volver a ilusionar nuevamente a una generación entera que desde que nació no sabía lo que era perder. El resto de españoles, por desgracia, ya estábamos acostumbrados a los desastres, a esos malditos cuartos de final que nunca pasábamos o a elegir otra selección para ver el Mundial (en mi caso Argentina e Italia). La tristeza es menor que nuestros más pequeños, pero el dolor mayor porque sabemos lo que cuesta llegar al cielo.
Ahora toca alzar la voz a los críticos y pesimistas, el resto ya hemos gozado durante seis años. Nadie nos quitará que hemos sido unos grandes campeones del Mundo y de Europa, ahora hay que saber perder, repetir lo bueno y corregir los errores. Seguro que hay más páginas de la historia aguardando a La Roja.
Buenas noches y suerte al resto de selecciones.
Jorge Almela Muñoz